martes, 15 de enero de 2008

Discurso amoroso

Gabriel Calderón me acerca citas de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes (traducción de Eduardo Molina) porque pensó en Lluvia, nuestra obra. Yo ahora les dejo estos fragmentos del Fragmento, para que los que lleguen aquí piensen en cómo aman, o han sido amados, para que cuando puedan ver nuestra Lluvia, piensen en como han sido sus propias batallas amorosas, y también para que Gimena y Gustavo, los actores, piensen en el amor y sus laberíniticas manifestaciones.
Dice Barthes
Como Relato (Romance, Pasión), el amor es una historia que se cumple, en el sentido sagrado: es un programa que debe ser recorrido. Para mí, por el contrario, esta historia ya ha tenido lugar; porque lo que es acontecimiento es el arrebato del que he sido objeto y del que ensayo (y yerro) el después. El enamoramiento es un drama, si devolvemos a esta palabra el sentido arcaico que le dio Nietzsche: "El drama antiguo tenía grandes escenas declamatorias, lo que excluía la acción". El rapto amoroso (puro momento hipnótico) se produce antes del discurso y tras el proscenio de la conciencia: el "acontecimiento" amoroso es de orden hierático: es mi propia leyenda local, mi pequeña historia sagrada lo que yo me declamo a mí mismo, y esta declamación de un hecho consumado (coagulado, embalsamado, retirado del hacer pleno) es el discurso amoroso.
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Humboldt llama a la libertad del signo locuacidad. Soy (interiormente) locuaz, porque no puedo anclar mi discurso: los signos giran "en piñón libre". Si pudiera forzar el signo, someterlo a una sanción, podría finalmente encontrar descanso. Pero no puedo impedirme pensar, hablar; ningún director de escena está ahí para interrumpir el cine interior que me paso a mí mismo y decirme: ¡Corte! La locuacidad sería una especie de desdicha propiamente humana: estoy loco de lenguaje: nadie me escucha, nadie me mira, pero continuo hablando, girando mi manivela.
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Para poder interrogar al destino es necesaria una pregunta alternativa (Me quiere / No me quiere), un objeto susceptible de una variación simple (Caerá / No caerá) y una fuerza exterior (divinidad, azar, viento) que marque uno de los polos de la variación. Planteo siempre la misma pregunta (¿seré amado?), y esta pregunta es alternativa: todo o nada; no concibe que las cosas maduren, que sean sustraídas a la oportunidad del deseo. No soy dialéctico. La dialéctica diría: la hoja no caerá, y después cae; pero entretanto habrás cambiado y no te plantearás ya la pregunta.
Compañía Complot Presenta
Una lluvia irlandesa de Jospe Peré Peyró en La Vieja Farmacia Solís. Estreno 2008
Un espectáculo de Mariana Percovich
con Gimena Fajardo y Gustavo Saffores

jueves, 3 de enero de 2008

Nuevo año


Otro beso clásico para saludar el nuevo año. Año de Una lluvia irlandesa. Año de pensar, sentir y hacer esto que amamos. Un beso para todos los integrantes de Lluvia y a todos los que pasen por aquí.